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El discurso íntegro de Puigdemont

Barcelona, ​​10 de octubre de 2017 Comparezco ante este Parlamento a petición propia para presentarles los resultados del referéndum celebrado el día 1 de octubre y para explicarles las consecuencias políticas que se derivan. Soy consciente, […]

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Barcelona, ​​10 de octubre de 2017
Comparezco ante este Parlamento a petición propia para presentarles los resultados del referéndum celebrado el día 1 de octubre y para explicarles las consecuencias políticas que se derivan. Soy consciente, como seguramente muchos de ustedes, que hoy también comparezco ante el pueblo de Cataluña y de mucha otra gente que ha fijado su atención en lo que hoy pase en esta cámara.
Vivimos un momento excepcional, de dimensión histórica. Sus consecuencias y efectos van mucho más allá de nuestro país y se ha hecho evidente que, lejos de ser un asunto doméstico e interno, como a menudo nos hemos tenido que escuchar de parte de quienes han descuidado su responsabilidad en no querer conocer lo que estaba pasando, Cataluña es un asunto europeo.
De mi comparecencia no esperen ni amenazas, ni chantajes, ni insultos. El momento es bastante serio como para que todos asumamos la parte de responsabilidad que nos corresponde en la necesidad imperiosa de desescalar la tensión y no contribuir, ni con la palabra ni con el gesto, a incrementarla. Al contrario, quiero dirigirme al conjunto de la población; los que se han movilizado los días 1 y 3 de octubre, a los que lo hicieron el sábado en la manifestación abogando por el diálogo y los que lo hicieron masivamente el domingo en defensa de la unidad de España. Y a los que no se han movilizado en ninguna de estas convocatorias. Todos, con nuestras diferencias y discrepancias, con aquello en lo que nos entendemos y en aquello en lo que no nos entendemos, formamos un mismo pueblo y debemos continuar haciendo juntos, pase lo que pase, porque así se hace la historia de los pueblos que buscan su futuro.
Nunca nos pondremos de acuerdo en todo, como es evidente. Pero sí entendemos, porque ya lo hemos demostrado muchas veces, que la manera de avanzar no puede ser otra que la democracia y la paz. Que significa el respeto por el que piensa diferente y encontrar cómo hacer posible las aspiraciones colectivas, con la condición de que esto requiere grandes dosis de diálogo y empatía.
Como se pueden imaginar, en estas últimas jornadas y horas, se me han dirigido muchas personas sugiriendo lo que tenía que hacer o dejar de hacer. Todos ellos son sugerencias lícitos, respetables y propios de un momento como este. A todos los que he podido hacerlo se lo he agradecido, porque en cada uno de ellos he reconocido razones fundamentadas que vale la pena escuchar. También yo he pedido opinión a varias personas, que me han ayudado a enriquecer el análisis del momento y la perspectiva de futuro, también se lo quiero agradecer de todo corazón.
Pero lo que les expondré hoy no es una decisión personal, ni una obsesión de nadie: es el resultado del 1 de octubre, de la voluntad del Gobierno que presido de haber mantenido su compromiso de convocar, organizar y celebrar referéndum de autodeterminación, y naturalmente del análisis de los hechos posteriores que hemos compartido en el seno del Gobierno. Hoy toca hablar de los resultados del 1 de octubre en el Parlamento y eso es lo que haremos.
Estamos aquí porque el pasado día 1 de octubre Cataluña celebró el referéndum de autodeterminación. Lo hizo en unas condiciones más que difíciles: extremas. Es la primera vez en la historia de las democracias europeas que una jornada electoral se desarrolla en medio de violentos ataques policiales contra los votantes que hacen cola para depositar la papeleta. Desde las 8 de la mañana y hasta la hora de cierre de los colegios, la policía y la Guardia Civil golpearon personas indefensas y obligaron a los servicios de emergencias a atender más de 800 personas. Lo vimos todos, también lo vio el mundo que se estremeció de las imágenes que se iban recibiendo.
El objetivo no era sólo confiscar urnas y papeletas. El objetivo era provocar el pánico generalizado y que la gente, viendo las imágenes de violencia policial indiscriminada, se quedara en casa y renunciase a su derecho de voto. Pero los responsables políticos de esta ignominia les salió el tiro por la culata. 2.286.217 ciudadanos vencieron el miedo, salieron de casa y votaron. No sabemos cuántos lo intentaron sin éxito, pero sí sabemos que los colegios clausurados violentamente representan un censo de 770.000 personas más.
Más de dos millones doscientos mil catalanes pudieron votar porque vencieron el miedo, y también porque cuando llegaron a su colegio encontraron urnas, sobres, papeletas, mesas constituidas y un censo fiable y operativo. Las operaciones y registros policiales de las semanas anteriores en busca de urnas y papeletas no impidieron el referéndum. Las detenciones de altos cargos y funcionarios del Gobierno tampoco impidieron el referéndum. Las escuchas telefónicas, los seguimientos de personas, los ataques informáticos, el cierre de 140 webs, las violaciones de la correspondencia, tampoco impidieron el referéndum. Repito: a pesar del esfuerzo y los recursos destinados para combatirlo, cuando los ciudadanos llegaron a los colegios electorales, encontraron urnas, sobres, papeletas, mesas constituidas y un censo fiable y operativo.
Quiero hacer, por tanto, un reconocimiento a todas las personas que hicieron posible este éxito logístico y político. A los voluntarios que durmieron en las escuelas. A los ciudadanos que guardaron las urnas en casa. A los impresores que imprimieron las papeletas. A los informáticos que idearon y desarrollar el sistema de censo universal. A los trabajadores y trabajadoras del Gobierno. A los votantes del Sí y los del No, ya los del voto en blanco. A tantísima gente anónima que puso su granito de arena para hacerlo posible. Y sobre todo, quiero enviar mi afecto, mi solidaridad y mi calor a todos los heridos y maltratados por la operación policial. Las imágenes quedarán grabadas en nuestra memoria para siempre. Nunca lo olvidaremos.
Hay que reconocer, y denunciar, que la actuación del Estado ha logrado introducir tensión e inquietud en la sociedad catalana. Como Presidente de Cataluña, soy muy consciente de que en estos momentos hay mucha gente preocupada, angustiada, incluso asustada por lo que está pasando y lo que puede pasar. Gente de todas las ideas y tendencias. La violencia gratuita y la decisión de algunas empresas de trasladar su sede social, una decisión, déjense me lo dijo, más de relato para los mercados que no con efectos reales sobre nuestra economía (lo que tiene efectos reales sobre la nuestra economía son los 16.000 millones de euros catalanes que son obligados a cambiar de sede social cada año), sin duda son hechos que han nublado el ambiente. A todas estas personas que tienen miedo, quiero enviar un mensaje de comprensión y de empatía, y también de serenidad y tranquilidad: el Gobierno de Cataluña no se desviará ni un milímetro de su compromiso con el progreso social y económico, la democracia, el diálogo, la tolerancia, el respeto a la discrepancia y la voluntad negociadora. Como Presidente actuaré siempre con responsabilidad y teniendo en cuenta los 7,5 millones de ciudadanos del país.
Quisiera explicar dónde estamos, y sobre todo por qué estamos donde estamos. Hoy que todo el mundo nos mira, y sobre todo, hoy que todo el mundo nos escucha, creo que vale la pena volver a explicar.
Desde la muerte del dictador militar Francisco Franco, Cataluña ha contribuido tanto como el que más a la consolidación de la democracia española. Cataluña ha sido no sólo el motor económico de España, sino también un factor de modernización y de estabilidad. Cataluña creyó que la Constitución española de 1978 podía ser un buen punto de partida para garantizar su autogobierno y su progreso material. Cataluña se implicó a fondo en la operación de devolver España a las instituciones europeas e internacionales después de 40 años de aislamiento y autarquía.
El paso de los años, sin embargo, permitió constatar que el nuevo edificio institucional surgido de la Transición, que en Cataluña se veía como un punto de partida desde el que evolucionar hacia cotas más altas de democracia y de autogobierno, las élites hegemónicas de el estado del entendían no como un punto de partida, sino como un punto de llegada. Con el paso de los años, el sistema no sólo dejó de evolucionar en la dirección deseada por el pueblo de Cataluña, sino que empezó a involucionar.
En coherencia con esta constatación, en 2005, una gran mayoría, el 88% de este Parlamento, repito, una mayoría de 88% de este Parlamento, siguiendo los procedimientos marcados por la Constitución, repito, siguiendo los procedimientos marcados por la Constitución, aprobó una propuesta de nuevo Estatuto de Autonomía, y la envió al Congreso de Diputados. La propuesta catalana desató una campaña de auténtica catalanofobia, azuzada de manera irresponsable por quienes querían gobernar España al precio que fuera.
El texto que finalmente se sometió a referéndum en 2006 ya era muy diferente de la propuesta inicial del Parlamento de Cataluña, pero a pesar de todo fue aprobado por los ciudadanos que fueron a votar. La participación fue de un 47% del censo, y los votos favorables al Estatuto fueron 1.899.897. Quiero remarcar que son 145.000 votos menos que el Sí a la independencia del 1 de octubre.
El estado, sin embargo, no le bastó con el primer recorte. En 2010, cuatro años después de la entrada en vigor del Estatuto recortado, un Tribunal Constitucional formado por magistrados elegidos a dedo por los dos grandes partidos españoles, PSOE y PP, emitió una sentencia de infausto recuerdo que recortaba el Estatut por segunda vez, y modificaba el contenido que ya había sido votado por el pueblo en referéndum.
Conviene recordarlo, y subrayarlo. A pesar de haber seguido los procedimientos previstos en la Constitución, a pesar de tener detrás un 88% del Parlamento de Cataluña, ya pesar del voto popular en referéndum, legal y acordado, la acción combinada del Congreso de Diputados y del Tribunal Constitucional convirtieron la propuesta catalana en un texto irreconocible. Y conviene recordarlo, y subrayarlo, también: este texto irreconocible, doblemente recortado y no refrendado por los catalanes, es la ley vigente actualmente. Este ha sido el resultado del último intento de Cataluña de modificar su estatus jurídico-por las vías constitucionales, es decir, una humillación.
Pero eso no es todo. Desde la sentencia del TC contra el Estatut votado por el pueblo, el sistema político español no sólo no ha movido un dedo para intentar dar marcha atrás y reparar la rotura, sino que ha activado un programa agresivo y sistemático de recentralización. Desde el punto de vista del autogobierno, los últimos siete años han sido los peores de los últimos cuarenta: laminación continuada de competencias a través de decretos, leyes y sentencias; desatención y desinversión en el sistema básico de infraestructuras de Cataluña, pieza clave del progreso económico del país; y un desprecio hiriente hacia la lengua, la cultura y el modo de ser y de vivir de nuestro país.
Todo esto que explico condensadament en unas pocas líneas, ha tenido un impacto profundo en la sociedad catalana. Hasta el punto quedurant este periodo muchos ciudadanos, millones de ciudadanos, han llegado a la conclusión racional que la única manera de garantizar la supervivencia, no sólo del autogobierno, sino de nuestros valores como sociedad, es que Cataluña se constituya en un estado. Los resultados de las últimas elecciones al Parlamento de Cataluña dan testimonio.
Además ha pasado algo aún más relevante: y es que en paralelo a la formación de la mayoría absoluta independentista en el Parlamento, se ha forjado un consenso amplísimo y transversal en torno a la idea de que el futuro de Cataluña, fuera el que fuera, debía ser decidido por los catalanes, democráticamente y pacífica, a través de un referéndum. En la encuesta, de hecho, más reciente de un importante diario de Madrid, no aquí, de Madrid, un 82% de los catalanes lo expresan así.
Con el objetivo de hacer posible este referéndum, los últimos años las instituciones y la sociedad civil catalanas han emprendido numerosas iniciativas ante el gobierno y las instituciones españolas. Está todo documentado: hasta 18 veces, y en todos los formatos posibles, se ha pedido abrir un diálogo para acordar un referéndum como el que se celebró en Escocia el 18 de septiembre de 2014. Un referéndum con una fecha y una pregunta acordadas entre las dos partes, en que ambas partes pudieran hacer campaña y exponer sus argumentos, y en que las dos partes se comprometieran a aceptar y aplicar el resultado a través de una negociación que protege los intereses respectivos. Si esto se había podido hacer en una de las democracias más antiguas, consolidadas y ejemplares del mundo, como es el Reino Unido, por qué no se podía hacer también en España?
La respuesta a todas estas iniciativas ha sido una negativa radical y absoluta, combinada con la persecución policial y judicial de las autoridades catalanas. El ex Artur Mas y las exconseller Joan Ortega e Irene Rigau, así como el ex consejero de la Presidencia Francesc Homs, han sido inhabilitados por haber promovido un proceso participativo no vinculante y sin efectos jurídicos el 9 de noviembre de 2014. Y no sólo inhabilitados, sino multados de forma arbitraria y abusiva: si no depositan más de 5 millones de euros al Tribunal de Cuentas español, todos sus bienes serán embargados y ellos y sus familias pueden verse afectados.
Además de ellos, la Mesa de este Parlamento y decenas de cargos electos municipales han sido querellados para expresar su apoyo al derecho a decidir y permitir debates sobre el referéndum. Se han presentado querellas contra la presidenta y mesa del parlamento para no permitir que el parlamento pudiera debatir. La última ola represiva contra las instituciones catalanas ha implicado la detención y traslado a dependencias policiales de 16 cargos y servidores públicos del Gobierno de Cataluña, que tuvieron que declarar esposados ​​y sin ser informados de cuál era la acusación que pesaba sobre ellos. El mundo también debe saber que los líderes de las entidades que han liderado las manifestaciones más masivas ya la vez pacíficas de la historia de Europa están imputados por un delito de sedición que puede conllevar hasta 15 años de prisión.
Esta ha sido la respuesta de España a las demandas catalanas, que siempre se han expresado de forma pacífica ya través de las mayorías obtenidas en las urnas. El pueblo de Cataluña reclama desde hace años libertad para poder decidir. Es bien sencillo. Sin embargo, no hemos encontrado interlocutores en el pasado ni los estamos encontrando en el presente. Ninguna institución del Estado que se abra a hablar de la demanda mayoritaria de este Parlamento y de la sociedad catalana. La última esperanza de que podía quedar era que la monarquía ejerce el papel arbitral y moderador que la Constitución le atribuye, pero el discurso de la semana pasada confirmó la peor de las hipótesis.
Quiero dirijirme ahora a los Ciudadanos del conjunto del Estado español que sean cono preocupaciones lo que ocurria en Cataluña.Les quiero trasladar un mensaje de Serenidad y Respeto, de voluntad de diálogo y ACUERDO político, como ha Sido siempre Nuestro deseo y Nuestra prioridad. Soy consciente de la información que las trasladan la mayoria de Medios y de cuales es la narrativa que se ha instalada. Pero me atrevido a pedirles un esfuerzo, para el bien de todos; un ESFUERZO miedo conocer y reconocia lo que nos ha Llevado Hasta aquí y de Las razones que nos han impulsadas. No Somos unos delincuentes, ni Unos locos, ni Unos golpistas, ni Unos abducidos: somos gente normal que PIDE poder votar y que ha estado dispuesta a todo el dialogo que Fuera Necesario para realizarlo de manera acordada. No Tenemos nada contra España y los españoles. Al contrario. Nos Queremos reentender mejor, y ese es el deseo mayoritario que existe en Cataluña. Porque hoy, desde Hace ya muchos años, la relación no funciona y nada se ha Hecho para revertir una situación que se ha convertido en insostenible. Y un pueblo no puede ser obligadas, contra sume voluntad, a aceptar un statu quo que no voto y que no Quiere. La Constitución es un marco democrático, pero se Igualmente Cierta que hay democracia más allá de la Constitución.
Señoras y señores, con los resultados del referéndum del 1 de octubre Cataluña ha ganado el derecho a ser un Estado independiente, y se ha ganado el derecho a ser escuchada y respetada.
Tengo que decir y hoy cat es escuchada y respetada más allá de nuestras fronteras
El sí a la independencia ha ganado unas elecciones por mayoría absoluta, y dos años después ha ganado un referéndum bajo una lluvia de golpes de porra. Las urnas, el único lenguaje que entendemos, dicen sí a la independencia. Y ese es el camino que estoy comprometido a transitar.
Como es conocido, la Ley de Referéndum establece que, dos días después de la proclamación oficial de los resultados, y en caso de que el número de votos del Sí haya sido superior al número de votos del No, el Parlamento (y cito textualmente de la ley ) «celebrará una sesión ordinaria para efectuar una declaración formal de la independencia de Cataluña, sus efectos y acordó el inicio del proceso constituyente».
Hay un antes y un después del 1 de octubre, y hemos conseguido lo que nos comprometimos a hacer al inicio de la legislatura.
Llegados a este momento histórico, y como presidente de la Generalitat, asumo en presentarles los resultados del referéndum ante el Parlamento y de nuestros conciudadanos, el mandato que Cataluña se convierta en un estado independiente en forma de república.
Esto es lo que hoy corresponde hacer. Por responsabilidad y por respeto.
Y con la misma solemnidad, el Gobierno y yo mismo proponemos que el Parlamento suspenda los efectos de la declaración de independencia para que en las próximas semanas emprendamos un diálogo sin el cual no es posible llegar a una solución acordada. Creemos firmemente que el momento pide no sólo la desescalada en la tensión sino sobre todo voluntad clara y comprometida para avanzar en las demandas del pueblo de Cataluña a partir de los resultados del 1 de octubre. Resultados que debemos tener en cuenta, de manera imprescindible, en la etapa de diálogo que estamos dispuestos a abrir.
Es conocido que desde el día siguiente del referéndum se han puesto en marcha diferentes iniciativas de mediación, de diálogo y de negociación a nivel nacional, estatal e internacional. Algunas de estas son públicas y otros aún no lo son. Todas son muy serias, y eran difíciles de imaginar apenas hace un tiempo. Las llamadas al diálogo ya la no violencia han sentido desde todos los rincones del planeta; la declaración ayer del grupo de ocho Premios Nobel de la Paz; la declaración de The Elders a cuyo frente está el ex secretario general de Naciones Unidas Kofi Annan y del que forman parte personalidades de gran relevancia mundial; los posicionamientos de presidentes y primeros ministros de países europeos, de líderes políticos europeos … hay un rezo de diálogo que recorre Europa, porque Europa ya se siente interpelada sobre los efectos que puede tener una mala resolución de este conflicto. Todas estas voces merecen ser escuchadas. Y todas, sin excepción, nos han pedido que abramos un tiempo para dar la oportunidad al diálogo con el Estado español.
Hoy también corresponde hacer esto. Por responsabilidad y por respeto.
Termino. Y lo hago apelando a la responsabilidad de todos. A los ciudadanos de Cataluña, les pido que continúen expresándose como lo han hecho hasta ahora, con libertad y con respeto a los que piensan diferente. A las empresas y actores económicos, les pido que continúen generando riqueza y que no caigan en la tentación de utilizar su poder para amedrentar a la población. A las fuerzas políticas, les pido que contribuyan con sus palabras y sus acciones a rebajar la tensión. También lo pido a los medios de comunicación. Al gobierno español, le pido que escuche, ya no a nosotros si no quiere, sino a los que abogan por la mediación ya la comunidad internacional, ya los millones de ciudadanos de toda España que le piden que renuncie a la represión y la imposición. En la Unión Europea,
Hoy el Gobierno de Cataluña hace un gesto de responsabilidad y generosidad, y vuelve a tender la mano al diálogo. Estoy convencido de que, si los próximos días todo el mundo actúa con la misma responsabilidad y cumple con sus obligaciones, el conflicto entre Cataluña y España se puede resolver de manera serena y acordada, y respetando la voluntad de los ciudadanos. Para nosotros, no quedará. Porque queremos ser fieles a nuestra larga historia, a todos los que han sufrido y se han sacrificado, y porque queremos un futuro digno para nuestros hijos e hijas, para toda aquella gente que quiera hacer de Cataluña su tierra de acogida y de esperanza.
Muchas gracias.
Carles Puigdemont
Presidente de la Generalidad de Cataluña

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