Según el Centro de Estudios del Coaching, poner más atención en el proceso y no tanto en los resultados mejora la calidad del trabajo, permite subsanar errores y revierte positivamente en la propia obtención de resultados.
El Centro de Estudios del Coaching (CEC) ha hecho públicas una serie de reflexiones acerca de la “cultura resultadista” que impera actualmente en los entornos laborales. Para los especialistas del CEC poner el foco en el proceso y en la forma en la que se intentan alcanzar esos resultados es la mejor manera de garantizar su consecución.
“En las empresas se vive una especie de obsesión por los resultados. La orientación a resultados es, de hecho, una de las competencias profesionales más valoradas para muchas compañías. Sin embargo, una excesiva atención a los KPIs o a las cifras de negocio puede provocar una cierta miopía empresarial que, al final, revierte negativamente en la propia consecución de los objetivos marcados”, señala Miriam Ortiz de Zárate, socia directora del Centro de Estudios del Coaching (CEC).
En su lugar, el CEC propone prestar más atención a los procesos y a las acciones del día a día que conducen a la consecución de esas metas. “Un buen resultado se produce normalmente como consecuencia de haber hecho bien las cosas. Si definimos un buen proceso y nos concentramos en llevarlo a cabo, los resultados llegarán de manera natural”, asegura Jose Manuel Sánchez, socio director de el CEC.
¿Por qué no debemos obsesionarnos con los resultados?
Visión más global. Poner foco en el proceso supone reflexionar sobre la organización del trabajo, el establecimiento de prioridades, los valores a destacar y la estrategia a seguir para conseguir los objetivos. De este modo se obtiene una visión más amplia y mayor control sobre el trabajo realizado.
Fija la atención. Pensar demasiado en el objetivo hace que la atención se desplace hacia el futuro, algo que provoca perder sentido de la realidad y tomar decisiones precipitadas o poco congruentes con aspectos que inicialmente se consideraron prioritarios. En cambio, poner el foco en unos procesos que han sido suficientemente analizados y consensuados devuelven al profesional al presente, al aquí y al ahora. Es la única manera de mantener el timón firme en medio de la tormenta. El camino más seguro para alcanzar el futuro deseado.
Se corrigen errores y se potencian factores éxito. Tener los cinco sentidos en el cómo se hacen las cosas permite también mantener una actitud abierta al aprendizaje, al crecimiento personal y al desarrollo de los equipos. Trabajar con un enfoque de aprendizaje hace que se viva el día a día con mayor motivación y satisfacción personal.
El proceso proporciona seguridad. Cuando las circunstancias se vuelven adversas y afloran las dificultades, apostarlo todo a los resultados puede generar muchos nervios, precipitación e incertidumbre. Sin embargo, confiar en el método, en que hay un plan y ceñirse a él, es lo que permite ver la luz al final del túnel.
Seguir un camino trazado es más sencillo que improvisar. Cuando el itinerario está bien definido y consensuado con el equipo, lo único que resta por hacer es seguirlo. Es lo que permite avanzar con mayor velocidad. Con la flexibilidad suficiente para modificar el rumbo cuando sea necesario, pero sin dar pasos en falso.
Hay menos fatiga y estrés. El desgaste mental que provoca la necesidad de obtener resultados a toda costa es muy alto. Y aunque nada los garantiza, saber que se están tomando las medidas adecuadas para llegar a los mismos proporciona mayor serenidad.
Cuida el aspecto emocional. El proceso permite obtener una visión integral del trabajo, sin descuidar aspectos que pueden parecer secundarios pero que son de gran importancia. Uno de los más importantes es el factor emocional, cómo la presión, la exigencia, el miedo o el sacrificio afectan al equipo.
Fuente Comunicae