En su documento interno que hoy publica Gara se habla de la necesidad de «refundar la oferta independentista» y reconoce que «los objetivos que han guiado a ETA no se han logrado aún, pero durante estas décadas se ha acumulado fuerza y voluntad popular en torno a ellos»
ETA reconoce que es un obstáculo para el futuro de Euskal Herria. Así de contundente se muestra la banda terrorista en un documento interno, fechado en abril de 2017, y que ya debaten desde hace meses los militantes de la organización en el que se aboga por la disolución de la banda.
Según publica Gara, en el documento interno se habla de la necesidad de «refundar la oferta independentista» y reconoce que «los objetivos que han guiado a ETA no se han logrado aún, pero durante estas décadas se ha acumulado fuerza y voluntad popular en torno a ellos».
ETA reconoce su propia debilidad y la incomprensión que la denominada «lucha armada» ha provocado al asegurar que «si quisiéramos dar continuidad a la Organización, como una organización convencional, tendríamos que reinventar todo lo demás: estrategia, funciones políticas concretas y medios de lucha e influencia». Y recuerda que si quisiera «mantener algún tipo de autoridad moral, las amplias mayorías a conseguir, si son ciertamente amplias, no lo entenderían», y además visto como un obstáculo.
En las cuestiones políticas, ETA asegura que «la situación más beneficiosa para nosotros, así como para los sectores populares y la clase trabajadora vasca, no es otra que dejar la anterior fase definitivamente atrás y abrir totalmente la nueva. Por eso precisamente, las fuerzas contrarias al cambio recrean constantemente que nos encontramos en la situación anterior, para que no se produzcan avances que pongan en riesgo sus privilegios».
Dice ETA que no quiere «ocultar que el proceso de liberación ha padecido unos años de crisis (…) No obstante, desde el punto de vista del presente ciclo político e histórico, debemos resaltar que las condiciones para seguir adelante continúan intactas (…) La clave está en levantar el proceso independentista (…) y eso marca el norte de las decisiones de ETA».
Los miembros de ETA en todo caso insisten en su «aportación histórica» y señalan que «para construir un futuro compartido, ETA ha renunciado siquiera a intentar imponer la integridad de su relato. La Izquierda Abertzale no abjurará de sí misma, ETA no renegará de su aportación, pese a estar abierta a la autocrítica, pero tampoco demandará su total legitimación a aquellos que están dispuestos a recorrer el camino de la construcción del Estado Vasco. Y ello, inevitablemente, tiene consecuencias directas respecto a la función histórica de ETA, pues nadie entendería que se arrogase la dirección, dinamización o referencia del proceso independentista».
En todo caso, defienden la disolución de ETA porque «no se opta entre Organización o precipicio. Hace mucho ya que el proyecto de la Organización no es solo de ETA. Además, el movimiento político que denominamos Izquierda Abertzale ha demostrado suficiente madurez y capacidad de lucha. Resulta mucho más eficaz para materializar el reto al que nos enfrentamos hoy en día. Por lo tanto, no podemos actuar como si nos encontráramos en los comienzos y no podemos comparar la situación con la de aquellas organizaciones armadas que se han convertido en movimiento político».