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Las 8 discrepancias que más se repiten en la pareja tras la llegada del primer hijo

El nacimiento de un bebé es uno de los momentos más trascendentales y especiales en la vida de cualquier padre o madre. Sin embargo, también supone un punto...

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El nacimiento de un bebé es uno de los momentos más trascendentales y especiales en la vida de cualquier padre o madre. Sin embargo, también supone un punto de inflexión para la irrupción de conflictos que antes no existían. Las discrepancias tras la llegada del primer hijo son positivas, e incluso imprescindibles, siempre que sepan gestionarse y resolverse de la manera adecuada. En caso contrario, los vínculos de unión entre los miembros de la pareja comenzarán a deteriorarse.

Para prevenir tal escenario, resulta necesario naturalizar el debate y establecer mecanismos de consenso que, a largo plazo, satisfagan a ambas partes. También es importante destinar tiempo de calidad, tanto en el plano individual como en el conyugal, para aliviar el estrés y reponer energías. Conservar un estado mental óptimo contribuirá decisivamente a una resolución satisfactoria de los desencuentros.

Cómo llamar al niño o niña

Pasando, ahora sí, a las discrepancias tras la llegada del primer hijo más frecuentes, la decisión de cómo llamar al bebé abre el primer cisma que puede poner a prueba la solidez de la relación. El camino de la imposición o el de la insistencia no son buenas elecciones al afrontar la disparidad de opiniones. Por contra, una negociación que derive en acuerdo aceptado por los dos lados fomentará la armonía y acabará con las tensiones.

Distribución de obligaciones y de tiempo libre

Pero existen aspectos más relevantes, en el día a día, como el reparto de las tareas y los periodos de tiempo libre. Con el paso de dos a tres integrantes, la realidad familiar se ve notablemente alterada. Sobre todo, si se tiene en cuenta que uno de ellos requiere de atención y cuidados constantes. Y ahí es donde los adultos han de tomar el control y remar en la misma dirección. Partiendo de una distribución justa de las obligaciones y tomándose un respiro, ocasionalmente, para salvaguardar su salud mental.

Discusiones por la economía familiar

Ese equilibrio psicológico será muy útil para afrontar problemas cotidianos como el económico. La llegada de un bebé implica desembolsos adicionales con los que se puede resentir la economía familiar. Un foco de malestar para ambos miembros de la pareja que puede dar lugar a discusiones sobre la idoneidad de algunos gastos. No obstante, afrontar estos contratiempos unidos e intentar entender a la otra parte aliviará, en gran medida, las tensiones.

Discrepancias en la elección de la ropa y otros artículos

El color y el tipo de prendas, la clase de carrito o el tamaño de la cuna son, por poner algunos ejemplos, potenciales ámbitos para el desencuentro. Pero, antes de adoptar posturas inflexibles, lo más adecuado es buscar alternativas que satisfagan a ambos progenitores o, en su defecto, asignar a cada uno la responsabilidad de diferentes áreas.

Qué estilo de crianza adoptar

Otra de las desavenencias más frecuentes tiene que ver con la educación en el seno familiar. Algunos padres prefieren apostar por la inflexibilidad y otros apoyarse en la permisividad. Lo ideal, sin embargo, es encontrar un término medio, aplicando la crianza positiva. Gracias a la misma, el menor dispone de un entorno seguro en el que predomina el afecto, lo que se traduce en un ambiente armonioso que hará crecer su autoestima.

A quién delegar los cuidados

Tarde o temprano, será necesario dejar al niño bajo los cuidados de otras personas, una situación que puede desencadenar otra de las discrepancias tras la llegada del primer hijo. Para prevenir el conflicto, es posible alternar la responsabilidad entre las dos familias, haciendo sentir a todos igual de partícipes.

Cuándo escolarizar al niño

También es importante acordar, con antelación, en qué momento se procederá a la escolarización del menor. Cuando exista una disparidad de opiniones al respecto, buscar un punto intermedio sofocará las tensiones, aunque no satisfaga ambas posturas por completo.

Religión, otra fuente de conflictos

Por último, llegamos a una de las cuestiones más íntimas y delicadas. Los contrastes en los sentimientos religiosos de los padres pueden originar diferencias aparentemente insalvables. Con el objetivo de evitarlas, resulta imprescindible buscar una fórmula satisfactoria para ambos. Una buena solución sería posponer la implicación de los niños hasta una edad en la que puedan decidir por sí mismos.

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