En las zonas rurales las pequeñas explotaciones ganaderas simbolizan una resistencia cultural y ecológica. Mientras el poder de las grandes multinacionales y las políticas tanto nacionales como europeas favorecen la concentración de la producción, las pequeñas explotaciones ganaderas sobreviven a duras penas y se erigen como bastiones de la sostenibilidad y la biodiversidad. A pesar de la burocracia y la fuerte presión fiscal, pequeñas empresas familiares como Granjas San Antonio siguen cuidando el ganado de forma responsable, manteniendo vivas las tradiciones que han perdurado durante siglos.
Las pequeñas explotaciones ganaderas en la economía rural
Las pequeñas explotaciones ganaderas desempeñan un papel fundamental en las economías rurales y constituyen el motor de muchas comunidades, generando empleo y revitalizando la actividad empresarial. Estas pequeñas explotaciones, en su mayoría negocios familiares, no solo abastecen los mercados locales, sino que también fomentan la diversificación de la economía.
Además de su relevancia económica, las pequeñas explotaciones ganaderas tienen una importancia clave en la conservación de la biodiversidad. Estas explotaciones son esenciales para preservar las prácticas que ha sido transmitidas de generación en generación. Y para mantener vivas las tradiciones que refuerzan la identidad de las comunidades rurales.
¿Se está poniendo en riesgo el sector primario?
Muchos pequeños ganaderos denuncian el menosprecio que está experimentado el campo y también los efectos perniciosos que está ocasionando la globalización. Si la actividad de los ganaderos cesara, el mundo se enfrentaría a una crisis de terribles consecuencias que se extendería por numerosos ámbitos: alimentario, económico, social y medioambiental. Los efectos serían devastadores, ya que esta actividad es fundamental para el abastecimiento de alimentos, el equilibrio ecológico y la estabilidad de muchas sociedades.
Si desapareciera la actividad de los agricultores y ganaderos, no existiría la producción, por ejemplo, de cereales, verduras, frutas, legumbres, carnes, leche o huevos. La crisis alimentaria alcanzaría unas dimensiones de tal magnitud que se desencadenarían hambrunas, malnutrición y se propagarían graves enfermedades.
Otra consecuencia del cese de la actividad de los agricultores y ganaderos sería el colapso económico. Las economías rurales sufrirían un aumento del desempleo y se verían afectadas por un aumento significativo de la pobreza.
Además, el impacto cultural sería irreparable, se perderían tradiciones y saberes ancestrales, que durante siglos han conformado la identidad cultural de muchas regiones de la geografía nacional. La mayoría de las comunidades rurales perderían su sentido de pertenencia y su conexión con la tierra.
Las pequeñas explotaciones ganaderas son esenciales para el futuro de la alimentación
Las explotaciones ganaderas no solo son una parte integral de la economía rural, además juegan un papel crucial en la seguridad alimentaria global. Mientras la población mundial siga aumentando, la demanda de productos de origen animal también crecerá. Por esa razón, la adaptación de este sector a los nuevos tiempos será fundamental para garantizar la producción de alimentos de calidad, accesibles y respetuosos con el medio ambiente.
En resumen, las pequeñas explotaciones ganaderas como Granjas San Antonio representan una auténtica resistencia frente al poder de las grandes corporaciones alimentarias. Su futuro es tan incierto como necesario para evolucionar hacia un futuro más justo y sostenible. Sin el trabajo de las pequeñas explotaciones ganaderas, los efectos sobre la economía serían devastadores. Las pequeñas explotaciones familiares son esenciales para la conservación del paisaje, frenar la despoblación rural, el cuidado de los ecosistemas locales y la preservación de razas autóctonas que corren el riesgo de desaparecer.