El 5 de diciembre, Día Mundial del Suelo, se vuelve a reflexionar sobre la importancia de proteger y gestionar adecuadamente este recurso natural que influye en aspectos vitales para el bienestar humano y que necesariamente se ve obligado a adaptarse a la realidad del cambio climático. El Gobierno de Navarra y la sociedad pública INTIA, por medio del proyecto europeo LIFE NAdapta que lidera la Dirección General de Medio Ambiente, vienen impulsando distintas estrategias para la gestión sostenible del suelo que mejoren la resiliencia de los sistemas agrícolas frente al cambio climático.
Así, la Comunidad Foral cuenta con una red de ensayos agrícolas en cultivos extensivos en torno al fomento de diferentes estrategias de manejo de suelos, entre las que destacan la agricultura de conservación, las rotaciones de cultivos o la mejora de praderas, así como las enmiendas orgánicas experimentadas en los ensayos de largo plazo en las fincas de Ilundain y Arazuri, entre otros.
El proyecto LIFE-IP NAdapta-CC de adaptación al cambio climático está trabajando en este ámbito, en colaboración con las sociedades públicas INTIA y NILSA, así como la Universidad Pública de Navarra (UPNA). De este modo, se promueve un plan de gestión de suelos, su materia orgánica y los cultivos para adaptar los agrosistemas al cambio climático. Además, se quiere ampliar la visión de trabajo hacia el concepto de una sola salud (‘One Health’), teniendo en cuenta que la salud animal, humana y de los ecosistemas están interconectadas.
Más de 20 ensayos agroalimentarios
De esta manera, en cada campaña la sociedad pública INTIA desarrolla más de 20 ensayos agroalimentarios en Navarra. El objetivo es dar apoyo y respuestas al sector sobre técnicas de fertilización y nuevos fertilizantes, incluidos los orgánicos, en diversos cultivos.
Dentro de esta labor, destaca la red de ensayos de largo plazo, con más de 25 años, que se llevan a cabo en localidades como Ilundain y Arazuri. Estas prácticas de fertilizantes minerales y orgánicos en cultivos extensivos de los principales nutrientes (nitrógeno, fósforo, potasio y azufre) sirven para conocer las necesidades de los terrenos y determinar las mejores prácticas de fertilización. Por ello, se ajustan su dosis, momento y reparto a las necesidades de cada cultivo en las condiciones agroambientales de Navarra. Así pues, esta labor profundiza en el proceso de mineralización de los fertilizantes orgánicos y analiza su gradual liberación de nutrientes, maximizando su aprovechamiento y reduciendo riesgos ambientales. Nerea Arias, técnica de INTIA, recalca: “La fertilización tiene un peso económico importante en los costes de producción agrícola, lo que conlleva a que las personas productoras tengan que tomar una serie de decisiones importantes cada campaña y, por lo tanto, la realización de una gestión razonada de la fertilización puede ser un elemento esencial en la rentabilidad y sostenibilidad de las explotaciones agrarias”.
INTIA está trabajando específicamente en un ensayo de resiliencia del suelo basado en el uso de abonos orgánicos. Estos ensayos determinan el coeficiente de equivalencia del nitrógeno orgánico aportado por residuos orgánicos y se indica la cantidad de nitrógeno mineral que puede sustituirse con el aporte de los mismos en diferentes cultivos. Además, sirven para evaluar los nutrientes que aportan los abonos orgánicos y, gracias a su uso, calcular el ahorro potencial en fertilizantes minerales. Como resultado, el uso racional de este tipo de fertilizantes en suelos no solo aumenta su materia orgánica y mejora su estructura, sino que también refuerza la rentabilidad de las explotaciones agrícolas.
La fertilización orgánica hace referencia a la que se realiza c0n restos como, por ejemplo, el compost obtenido a partir de la fracción natural de los residuos sólidos urbanos o del fango obtenido como resultante en el proceso de tratamiento de aguas residuales urbanas. En este punto, el uso del compost aporta la materia orgánica y los nutrientes necesarios a los suelos de manera paulatina a través de un proceso de transformación denominado ‘mineralización’. Por ello, NILSA ha aportado enmiendas orgánicas como abono y fangos tratados a los ensayos agrícolas realizados por INTIA y la UPNA. A raíz de estos ensayos, se ha demostrado que el uso de estas enmiendas contribuye al almacenamiento de carbono, reduce la dependencia de fertilizantes químicos y mejora la sostenibilidad de los sistemas agrícolas.
Monitorización de 12 zonas de Navarra
Por su parte, la UPNA, en colaboración con INTIA, ha monitorizado varios indicadores de resiliencia del suelo en Navarra, dividida en 12 zonas homogéneas, para evaluar el efecto de estrategias de manejo del suelo. Entre ellas, la agricultura de conservación, las rotaciones de cultivos, el uso de enmiendas orgánicas y la mejora de praderas. Estos indicadores corresponden a las funciones del suelo más comprometidas por el impacto del cambio climático en los suelos agrícolas de Navarra, centrados en el almacenamiento de carbono, la retención de agua y la estructura del suelo.
Según el catedrático de la UPNA, Iñigo Virto, “esa alta variabilidad de las condiciones de clima y suelo de nuestra Comunidad Foral hace que no sea posible proponer un manejo específico de manera general”. Y es que Navarra tiene una amplia gama de zonas climáticas, donde, por ejemplo, en 100 kilómetros de distancia las precipitaciones varían de 2.000 milímetros por año a 300. “Se ha observado que la respuesta en el almacenamiento de carbono orgánico a la agricultura de conservación es mejor en zonas limitadas en agua de manera natural, que en zonas más húmedas”, añade Rodrigo Antón, investigador del grupo de evaluación y gestión sostenible de suelos de la UPNA.
Además, el sector primario de la Comunidad Foral, altamente organizado y comprometido con la sostenibilidad, cuenta con un gran potencial de innovación. La colaboración entre entidades públicas y privadas fomenta la investigación, formación y transferencia de conocimientos, fortaleciendo su capacidad para adaptarse a nuevas normativas europeas emergentes relativas a la absorción y captura de carbono.
A su vez, el sector agrícola enfrenta el desafío de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero mientras aumenta la capacidad de los suelos para secuestrar carbono mediante técnicas como el uso de compost, la agricultura de conservación y la rotación de cultivos.