La Cumbre del Futuro: Soluciones multilaterales para un mañana mejor es una reunión internacional de los líderes de los Estados miembros de Naciones Unidas. Tendrá lugar los próximos días 22 y 23 de septiembre de 2024 y tiene como fin abordar los retos actuales y futuros de la humanidad.
En 2021 se celebró el 75º aniversario de las Naciones Unidas en un contexto en el que el mundo enfrentaba a la covid-19, el agudizamiento de la crisis climática y la constatación de que el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se había estancado. En 2023 se constató que solo el 12 % de ellos estaba en buen camino. Los Estados miembros, reconociendo que nos encontrábamos en un punto de inflexión histórico, pidieron al secretario general, António Guterres, que reflexionara sobre los desafíos que abordamos como especie.
Guterres respondió con Nuestra Agenda Común, un informe-agenda destinado a la implementación acelerada de los ODS, con un gran número de recomendaciones en una amplia diversidad de temas provenientes en un 80 % de acuerdos anteriores.
El secretario general propuso y la Asamblea General acordó la celebración de la cumbre para que los Estados consensuasen el Pacto del Futuro, un documento de carácter político en el que se recogerían diferentes compromisos. Tanto el evento como el documento final tienen el propósito de reafirmar la Carta de las Naciones Unidas, impulsar el cumplimiento de los compromisos actuales, revitalizar el multilateralismo y acordar soluciones a los nuevos retos, como la gobernanza del espacio.
Temas de la cumbre y del futuro pacto
Las cuestiones por tratar son tantas y tan diversas como los retos y amenazas que enfrentamos. No obstante, podemos identificar cinco grandes áreas sobre las que los Estados tienen pretensión de avanzar.
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El primer tema es el desarrollo sostenible y su financiación. Esto es, la implementación acelerada de la Agenda 2023 y los ODS, el compromiso de poner fin a la pobreza y el hambre como prioridad, el aceleramiento de los esfuerzos por cumplir los acuerdos relativos al medio ambiente o la ampliación de la financiación para el desarrollo.
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El segundo gran tema de la cumbre será la paz y la seguridad internacionales. Partiendo de la Nueva Agenda para la Paz de Guterres, los Estados abordarán el desarrollo de nuevos mecanismos de prevención y gestión de crisis, el aumento de la financiación de los proyectos para la consolidación de la paz, el fortalecimiento de las operaciones de mantenimiento de la paz y aplicación de la paz o la erosión continua de las normas relativas a armamentos, no proliferación de armas nucleares y desarme.
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El tercero se refiere a la ciencia, tecnología, la innovación y la cooperación digital. En este ámbito se tratarán cuestiones tales como el aumento de la financiación para contribuir a los ODS, e incluso la socialización de determinadas tecnologías y capacidades para resolver problemas de salud básicos como el agua, el saneamiento o la seguridad alimentaria.
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El cuarto está dedicado a la juventud y las generaciones futuras. La necesidad de generar un trabajo decente y de calidad, sistemas de seguridad sociales nacionales sólidos. La participación de la juventud, tanto en Naciones Unidas como en todos los aspectos de la vida, serán aspectos cruciales en este ámbito. La relevancia de este aspecto es tal que se pretende aprobar una Declaración sobre las Generaciones Futuras.
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Finalmente, el quinto tema se refiere a la trasformación de la gobernanza global. Esto es, la revitalización y fortalecimiento de los órganos de Naciones Unidas, el fortalecimiento del pilar de los Derechos Humanos dentro de la organización, la reforma de la arquitectura financiera internacional o la gobernanza del espacio ultraterrestre.
¿Expectativas demasiado altas?
La nomenclatura de la cumbre o del acuerdo resultante, los temas que se tratarán y las declaraciones de Guterres en el sentido de que “la humanidad tiene que tomar una decisión difícil y urgente: retroceder o avanzar ” o que la reunión es “una oportunidad única en una generación” denotan una voluntad de crear unas altas expectativas.
Sin embargo, el contenido del borrador cero del pacto, elaborado tras consultas iniciales con los Estados y con aportaciones de la sociedad civil, así como las posteriores revisiones del mismo, invitan a la serenidad.
Si ya esta clase de acuerdos siempre suponen un reto, la actual coyuntura internacional, marcada por la agresión rusa a Ucrania, el más que plausible genocidio que Israel está cometiendo contra la población palestina gazatí, con sendos casos ante la Corte Internacional de Justicia, y el riesgo de escalada regional no invitan al optimismo. En este contexto es francamente complicado que los Estados abandonen sus bloques tradicionales y apuesten por alianzas temáticas.
A pesar de este pesimismo racional, los riesgos existenciales y los desafíos que solo pueden abordarse de forma global son tantos y tan diversos que no hay otra opción que oponerle el optimismo de la voluntad. Parafraseando a Guterres, el 24 de septiembre sabremos si seguimos adelante como si no pasara nada, arriesgándonos al colapso y a una crisis perpetua, o avanzamos hacia un futuro mejor, más sostenible y pacifico para las personas y el planeta.
Aritz Obregón Fernández, Doctor en Derecho internacional, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.