Después de triunfar en diferentes festivales, el guionista y director cinematográfico Martín Romanella presenta ‘¡Oiga bien!’, un libro de relatos con protagonistas atípicos y de trasfondo social que le ha valido el sello Talento Caligrama.
Martín Romanella ha destacado en distintos festivales cinematográficos durante los últimos años, entre ellos, el Festival de Berlín, el Independent Film Project o el Festival de Rotterdam. Sin embargo, inmerso en su papel de director y guionista, parece que nada podía evitar su salto del cine a la literatura. De esta manera, con su pasión por la escritura como bandera, Martín Romanella dio forma a ¡Oiga bien!, un libro de relatos profundos y trascendentales que le ha valido el sello Talento Caligrama y que, a su vez, ha servido como base para la pieza audiovisual Ciudades dormitorio. La ópera prima ya puede adquirirse en librerías como Amazon, Libros.cc y Casa del Libro.
¡Oiga bien! narra de manera concentrada, como una bomba a punto de explotar, pequeños instantes de unos personajes de los que no se conoce otra información que no sea su género o su edad. Sin nombres, sin aliento y sin esperanza, estos caracteres se dirigen con un colchón bajo el brazo hacia sus nuevos hogares: ciudades dormitorio que no parecen albergar vida más allá del sonido del televisor, de los ladridos de unos perros o de unos pasos cansados ascendiendo por las escaleras. Sumidos en la tristeza de una existencia que perciben ajena, quedan relegados a un papel secundario, a ser meros observadores de su día a día en vez de alzar la voz y expresarse como les gustaría hacer.
El Limpiacadáveres; una mujer madura que aplaude entre la audiencia de en un programa televisivo; la viuda escuchando en emisora radial la atractiva descripción física de su marido desaparecido, sin querer reconocer que lo ha matado un tiburón. Un ciclista que decide convertirse en ermitaño al pasar frente a una cueva; dos empleados ciegos en una fábrica de fideos frescos o el mecánico de automóviles que le sudan los pies por la noche. Todas ellas son historias que confluyen en un universo injusto, con un leve aire de desamparo.
Martin Romanella nació en Buenos Aires en 1972. Su carrera se centra en el mundo audiovisual, donde desarrolla su trabajo como guionista y director de cine. Sus guiones –Candela (1998), Funeral Etiquette (2004), Bedroom City (2006), Duck Generation (2008), Keema (2010), I am Your Only (2014) y Spinner (2017)– han recibido premios de diversos festivales internacionales, como el de Berlín, Rotterdam, Independent Film Project (IFP), el LIA en Londres o el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). ¡Oiga bien! es su primera obra literaria y de ella ha hablado en la entrevista que puede leerse a continuación.
Buenos días, Martín. Tu carrera profesional se centra en el mundo audiovisual, donde ejerces como director y guionista de cine. Sin embargo, ahora nos sorprendes con ¡Oiga bien!, tu primer libro de relatos. ¿Cuál es su línea general? ¿De qué nos hablan los relatos?
¡Oiga bien! agrupa una serie de relatos sitiados en un futuro incierto donde los personajes prefieren no escuchar lo que realmente se les está diciendo, no reconocen lo que les está pasando y viven unas circunstancias con dosis de fracaso, de que algo malo va a pasar…
Los relatos entran por instantes en lo que estos habitantes piensan o querrían expresar frente a situaciones límites, aunque al final opten por su propia disolución en el paisaje.
Como buen guionista, condensas de forma admirable el dramatismo, las acciones, los giros… Pero ¿qué te ha resultado más complicado al escribir este libro? ¿Has dejado algún relato fuera?
Supongo que escribir relatos no me resulta complejo. Lo que mas me ha costado ha sido autojuzgarme frente al valor de la palabra. Cuando uno tiene entre manos una novela o un guion donde existen un desarrollo extenso, premisas psicológicas, la búsqueda de las falsas verdades morales y debilidades que empujan a los personajes, no se siente tan agudo como cuando en una página hay que condensar todo.
También las campañas publicitarias tienen algo de microrrelatos, pues son guiones de una página. Creo que eso me ayuda a saber que cada segundo cuenta. En el caso de los relatos, la palabra es la que cuenta. Es muy fácil pensar «esto es una basura, podría estar contado de mejor manera».
He dejado relatos fuera porque los consideraba inacabados o porque no formaban parte del universo que une el resto de las historias. Siempre se quedan cosas fuera en cualquier proceso creativo.
¡Oiga bien! ha sido publicado por la editorial Caligrama, la cual te otorgó el sello Talento Caligrama. ¿Cómo te sentiste al contar con el apoyo de una editorial? ¿Qué significó este reconocimiento?
Necesitaría que pase más tiempo para evaluar el proceso con perspectiva. Me he sentido apoyado por la editorial, siempre es bueno tener el consejo de personas que transitan diariamente este oficio. Los editores han sido concretos y respetuosos. He podido trabajar en la ilustración de la portada con la artista Eva Vázquez, todo un regalo. Como Caligrama es del grupo Penguin Random House el sello Talento abre la posibilidad de que se fijen en ti los mas tradicionales de este grupo, como Alfaguara o Debolsillo. Pero son muy realistas, no te prometen nada.
Algunos relatos incluidos en ¡Oiga bien! son parte de una pieza audiovisual titulada Ciudades dormitorio, la cual fue premiada en el Festival de Rotterdam, uno de los cinco más importantes de Europa. ¿Podrías hablarnos de esta obra?
Es un drama-thriller. Trata sobre la escasez de agua potable en un futuro cercano, sobre las maniobras corruptas de un administrador para conservar este bien vital y el envenenamiento de casi cinco mil personas a través de las tuberías que descubre por casualidad un censor.
Cuando comienzas a escribir, pasas por distintas inspiraciones. A veces, son fotos, pinturas, música, algo que te pasa un día… En este caso, como forma de entender el espacio donde sucedía la acción, empecé a escribir relatos que ahora están en este libro en su mayor parte.
Al ser guionista, pasar del cine a la literatura parece una evolución lógica. De hecho, ambas artes parten de la misma esencia y se retroalimentan. Pero ¿qué te impulsó a dar el salto de una a otra? ¿Por qué empezar por un libro de relatos y no con otro género?
Un guion de cine y una obra en prosa son muy distintas en su desarrollo. Casi diría que usas una parte distinta del cerebro. En principio, un guion es un documento de 120 paginas, cantidad de páginas parecida a una novela, cuya finalidad es convencer a personas —productores, actores, distribuidores— de que vale la pena meterse en el proyecto. Luego, se convierte en una herramienta que ayuda al director a entender de dónde viene o a dónde va cada escena. Los actores interpretarán a los personajes, cambiarán lo que está escrito. El valor literario del guion termina allí para dar nacimiento a la obra audiovisual. Es una parte de la obra, no la obra en sí misma.
Novela, relatos… La palabra cuenta, tiene valor. Me gusta la idea de Stephen King que explica una especie de proceso telepático: uno escribe aquí, alguien lo lee allí y lo imagina en otro lugar. Existe el pasado, lo que el personaje piensa y lo que siente. Todo está escrito. No hay que pensar cuál sería la acción visual necesaria para que una audiencia descodifique eso mismo.
Para mí, intercalar guion, novela o relatos produce alivio y, como dices, retroalimenta. El guion agiliza mucho la experiencia de cómo estructurar un relato. La novela le saca el ancla a la imaginación, ya que no tiene que ir al grano, como sucede en lo audiovisual.
Sin olvidar que, al escribir un guion, hay que entender que lo escrito cuesta dinero. Eso limita y uno termina adaptando su escritura. En una novela, escribir “En una galaxia cercana…” implica la creación de esa imagen en nuestra cabeza; leyendo un guion, lo que ve el productor en su cabeza son miles de euros en postproducción y efectos especiales.
¿Qué trabajos podremos conocer próximamente? ¿En qué proyectos estás trabajando?
He terminado a principios de año el guion de un largometraje, está en la última ronda para los laboratorios de guion del Sundance Film Festival 2018. Está basado en la vida de Jim Pratzer, primer piloto ciego de la aviación comercial americana y en cómo superó la miseria material y la oposición del sindicato de pilotos por ese sueño que parecía imposible. Este guión ha acabado con una estructura muy interesante y pretendo novelarlo porque es una historia de vida que vale la pena leer.
Y ahora estoy escribiendo El asombrado, una novela de género fantástico cuya acción transcurre en 1969, año en que el hombre pisa la luna. Un sexagenario con una sombra de 129 metros, sombrerero de día, embaucador de noche, escapa de un ejército de paramilitares que lo buscan por fraude en la confección de sus gorros de batalla. Se muda continuamente a ciudades donde crea distintas personalidades con el fin de que, cuando su esposa dormida desde hace siete años despierte, encuentre a su hombre soñado y no al que estaba por dejar la noche del accidente que la puso en coma.
Fuente Comunicae