Con más de tres décadas girando por el mundo, Los Amigos Invisibles regresan a España este verano con cuatro fechas únicas en Valencia, Barcelona, Madrid y Bilbao. Su concierto del 18 de julio en la sala Santana 27 cerrará la gira europea de 2025, y para Julio Briceño, vocalista de la banda, será una noche especialmente emotiva, quien confiesa tener un vínculo muy especial con la ciudad y con sus raíces vascas. Los Amigos Invisibles llegan a la sala Santana 27 de Bilbao con una maleta cargada de clásicos, nuevos temas y un mensaje claro: desconectar del mundo durante dos horas y entregarse al gozo del directo. Julio Briceño, cantante y alma del grupo venezolano, nos atiende con la cercanía y el desparpajo que lo caracterizan, y no tarda en abrir su corazón cuando le preguntamos por su conexión con Bilbao:—Fíjate, estás hablando con el más vasco de todos, porque mi abuelo era de Bilbao. Mi segundo apellido es Elizar, nos cuenta. «Le tengo mucho cariño a la ciudad. Solo hemos ido una vez, pero me levanté temprano a caminar por sus calles, imaginándome a mi abuelo allí. Fue emocionante conectar con la familia que solo conocía por nombre».
El cantante recuerda entre risas una anécdota inolvidable de aquel viaje: «Nos encontramos con la familia en un bar antes del concierto. Mi madre les dijo que yo solía descansar antes de los shows, pero ahí estábamos tomándonos algo. Les invité al concierto y todos pusieron excusas: que si trabajo, que si los niños… Yo pensé: "Bueno, claro, cada quien con su vida". Pero cuando empezó el show, estaban todos ahí, pegados a la tarima. Eso es muy vasco, ese humor seco y encantador que me encanta».
Un show para celebrar y cerrar con emoción
El concierto en Bilbao no es uno más: será el broche final a su gira española y europea. «Cada noche tratamos de conquistar al mundo, como Pinky y Cerebro», bromea Julio, pero lo dice con convicción. «Nos lo tomamos muy en serio. Queremos que la gente se desconecte de sus problemas y se sumerja en la música, en esa energía positiva que tratamos de transmitir».
No descarta alguna sorpresa sobre el escenario: «Habrá que ver cómo va evolucionando la gira, pero sí, puede que haya un guiño especial, sobre todo porque es la ciudad de mi abuelo Casimiro. Seguro que cuando lo diga en el escenario se me van a aguar los ojos».
Entre clásicos y novedades
El repertorio promete una mezcla equilibrada entre los clásicos que han hecho historia y las nuevas canciones, como el reciente single Wiki Wiki, adelanto del material que presentarán en 2025. «Nos encanta ese momento tipo karaoke con el público. Sabemos que hay fans que tienen años sin vernos y esperan oír esas canciones que marcaron sus vidas. Y también creemos que esos temas ayudan a que quien nos escucha por primera vez se enganche y diga: "¿Qué me estaba perdiendo yo?"».
Música que no se toma demasiado en serio… pero muy en serio en el escenario
A lo largo de más de treinta años, Los Amigos Invisibles han cultivado una propuesta inconfundible: una combinación de ritmos bailables y letras cargadas de doble sentido, ironía y sensualidad. Un cóctel que, según Briceño, responde tanto a una necesidad artística como a una actitud ante la vida. «Siempre hemos pensado que el humor es un vehículo poderoso. En vez de irnos por lo político o lo dramático, decidimos hablar de la vida nocturna, del amor, del ligue, de lo absurdo de algunas relaciones. Es un reflejo de lo que veíamos a nuestro alrededor en Caracas, con un filtro de funk y disco», explica.
Esa aparente ligereza no significa superficialidad. De hecho, el grupo ha mantenido una ética musical rigurosa y una producción cuidada, trabajando con figuras como el productor de los Beastie Boys, participando en colaboraciones internacionales y ganando incluso un Grammy Latino. «Nos tomamos muy en serio el sonido, los arreglos, el show en vivo. Ensayamos mucho, invertimos en producción. Queremos que la gente lo pase bien, pero eso no pasa por casualidad», señala.
Una banda que se reinventa sin dejar de ser ella misma
Preguntado sobre cómo ha cambiado el grupo en tres décadas, Julio lo tiene claro: «Antes nos decían que éramos muy difíciles de clasificar. Hoy, con el mestizaje que hay, nos entienden mejor. Nos adelantamos un poco al boom de los géneros mezclados». Reconoce, eso sí, que han sabido adaptarse. «Ahora exploramos más con sonidos urbanos, electrónicos, algo de pop, pero sin perder la base que nos define. La clave es no repetirte. Si sientes que ya hiciste esa canción antes, mejor déjala».
El directo como religión
Uno de los sellos más reconocibles de Los Amigos Invisibles es su energía sobre el escenario. «Nos gusta ver al público sudando, sonriendo, bailando. Eso no se puede fingir. Si tú no lo estás sintiendo, se nota. Por eso nunca montamos un concierto en piloto automático», afirma Briceño. Y añade con humor: «Hay conciertos que son como una sesión de cardio. Sales empapado, pero feliz. El público da y uno tiene que dar el doble».
En tiempos de música efímera y playlists infinitas, la banda sigue apostando por el álbum completo, por las giras físicas y por una conexión real con su audiencia. «Hay que estar ahí, en la tarima. No hay algoritmo que sustituya eso», sentencia.
Un legado con los pies en la tierra
A pesar del éxito, Los Amigos Invisibles siguen acercándose a cada show con humildad y ganas. «Nunca pensamos que íbamos a durar tanto. Seguimos con el mismo hambre del primer disco, y con la conciencia de que esto puede terminar mañana. Por eso lo vivimos con gratitud y con mucha alegría. Cada concierto es una celebración».
El próximo 18 de julio Bilbao vibrará con el sonido de Los Amigos Invisibles y con el corazón de Julio Briceño latiendo por su familia, su historia y su amor por la música. Porque, como él mismo dice, «es mejor hacer el amor que la guerra». Y si es con música, mucho mejor.
