El derbi mediterráneo entre España e Italia ha juntado en Cracovia a las dos selecciones que más títulos continentales poseen en categoría Sub-21 y han sido los nuestros quienes se han ido con la corona en un desfile de fútbol rebosante de belleza.
Albert Celades volvió a cambiar el once inicial, optando por el equipo que derrotó a Portugal en la segunda jornada y rápidamente sus hombres monopolizaban la pelota superando el 70% de posesión durante el primer cuarto de hora.
Italia optaba por las jugadas de estrategia topándose con un nuevamente impecable Kepa, que salvaba al equipo con una parada felina a Chiesa en el tramo inicial.
El empuje transalpino se iba disipando, pero nunca otorgando opciones a las contras de los Asensio y Deulofeu, con un Dani Ceballos que dejaba varios destellos de calidad durante el primer acto.
En uno de ellos le ponía un balón mágico a Deulofeu, cuya pierna zurda no era capaz de atinar ante el gigantón Donnarumma dejando en tablas el choque al descanso.
Todo se estaba gestando para que en la reanudación emergiera la figura hercúlea de Saúl Ñíguez, deseando aplazar lo más posible su experiencia con la Sub-21, degustando esta última concentración y ambicionando despedirse de la categoría con un título de alcurnia.
De nuevo el eléctrico Dani Ceballos le servía el balón al ilicitano que mandaba el cuero a dormir lejos de Donnarumma a los ocho minutos del segundo acto.
Poco después Ceballos provocaba la segunda amarilla para Gagliardini y en un último arrebato Bernardeschi ponía las tablas.
Era el canto del cisne azzurrini porque un chutazo estratosférico de Saúl restablecía la ventaja española y un servicio de Marco Asensio lo volvía a poner Mr. Ñíguez en el fondo de las mallas completando una tripleta inolvidable en veinte minutos de fantasía.
Poco más quedaba por decir. España se mete por derecho en su séptima final europea y este viernes ante Alemania podría igualar el número de títulos de los italianos. Sería la ansiada quinta de una quinta camino a la leyenda.
Fuente: RFEF